
Es muy importante recordar quiénes somos cada día, porque es fácil olvidarlo, muy fácil. Hay tantas ilusiones y distracciones en la vida que podemos llegar a olvidarlo. Requiere el uso constante de la supraconsciencia para recordar quiénes somos.
Esta mañana, estaba viendo las noticias en internet. Y, por supuesto, todos lo saben: la desolación, la devastación en Gaza. Un periodista cogió un coche y fue a la playa en Tel Aviv, a tan solo cincuenta kilómetros. Allí, la gente estaba de fiesta: bebiendo, bailando, comiendo, a cincuenta kilómetros de la gente que está muriendo de hambre. Bailaban y se alegraban, como si celebraran el hecho de ser judíos. Y el periodista preguntó: “¿No les preocupa que a tan solo a cincuenta kilómetros haya niños muriendo de hambre?”.
Esa es la pregunta.
Viendo con los ojos de los Elohim: cincuenta kilómetros: de un lado, devastación, hambre, genocidio; del otro, fiestas, baile, comida. Olvidaron quiénes son. Si recuerdas quién eres, llenas bolsas de comida y las llevas a Gaza. Imagínate: estás en Tel Aviv, en un restaurante, y a cincuenta kilómetros un niño muere cada diez minutos por falta de comida. No les importa. Bailan, comen, beben. ¡Increíble!
Yo no puedo ver eso sin llorar. Incluso al recordar esta imagen ahora, me salen lágrimas. Pero no, bailan, cantan, hacen fiestas, no les importa. Claro, debemos ser felices. No todo el mundo tiene que llorar por los niños de Gaza. Como dije antes: debemos ser más felices de lo normal para luchar por la paz y el amor en la Tierra, en todas partes. ¡Pero a cincuenta kilómetros de Gaza! Puedes caminar y en quince horas estas allí. Y aún así, comes, bailas, cantas y no quieres pensar en los niños de Gaza.
¿Por qué están en Israel? ¿Para qué? ¿Para celebrar a los Elohim? No. Solo para comer, bailar, cantar. Y sin embargo, el mandamiento de los Elohim, su mandato es: “No matarás”. No les importa. Y vendrá el castigo. Israel desaparecerá, y será un baño de sangre.
Ahora todo el mundo está en contra de Israel: Turquía, todos los países árabes, China, Rusia. Casi todos los países, excepto dos, dicen: “Israel, si no paran, intervendremos”.
Esta mañana, algunos decían: “Hay que destruir la ONU”. Y tienen razón. ¿Cuál es el propósito de la ONU? ¡Evitar precisamente esto! Esa era su razón de ser: evitar genocidios. Durante años, en conflictos, la ONU enviaba soldados con cascos azules para detener la violencia. ¿En Gaza? Nada. Nadie se mueve; ¡nadie hace nada! La ONU es como un fantasma. Todavía existe, pero es completamente inútil, como el papel del baño: solo sirve para la basura. Hacen reuniones, votan, y cuando hubo una votación para obligar a Israel a detener el genocidio, se supondría que todos votarían a favor. ¡No! Inglaterra y Estados Unidos votaron en contra. Saben lo que está pasando, pero no mueven un dedo. ¡Esto está pasando ahora!
Así que, prepárense para algo muy sangriento que sucederá pronto. ¡En qué época vivimos! Increíble. Lo que pasó con los nazis en Alemania no se compara con esto. Después de la guerra, la gente decía: “No lo sabíamos. No sabíamos lo que estaba pasando en Auschwitz, en los campos de concentración”. Pero en el caso de Gaza no pueden decir eso. ¡Todo el mundo lo sabe! Esa es la gran diferencia. Todas las televisiones del mundo muestran las imágenes. Es un genocidio en vivo. Todos los días, niños muriendo de hambre, niños muertos. Lo vemos todos los días. Doloroso. Difícil. Pero lo más doloroso vendrá después. Ahora la gente dice: “Es terrible”. Pero no hacen nada. Más tarde, en cinco o diez años, las nuevas generaciones preguntarán: “¿Por qué nadie hizo nada?”.
Yo siento compasión por la gente que sufre en Gaza. Pero siento aún más compasión por las futuras generaciones: sus hijos, sus nietos. Ellos mirarán a la humanidad y preguntarán: “¿Por qué no hicieron nada?”. Y nadie podrá decir: “No lo sabíamos”. Eso será lo más doloroso. Si la humanidad sobrevive –y esa es la condición–, vivirá con culpa y vergüenza: “¿Por qué no hicieron nada para detenerlo?”. Y nadie podrá decir: “¡No lo sabíamos!”. Esa es una pregunta que atormentará a la humanidad para siempre.
Y resulta aún más doloroso que esto provenga de quienes sufrieron bajo el régimen nazi, quienes pusieron carteles por todas partes con la frase: «¡Nunca más!». ¿Nunca más? ¡Y ahora son ellos quienes lo hacen! Incluso los intelectuales y filósofos más destacados de Israel afirman: «Lo que estamos haciendo con los palestinos es peor que lo que los nazis nos hicieron». Y tienen razón. Porque esta vez, todo se transmite en directo por televisión, día tras día. Nadie puede decir: «No lo sabíamos». Ustedes sí lo saben. ¡Lo saben! Y las generaciones futuras cargarán con esta culpa para siempre. Y esto está sucediendo ahora mismo. ¡Es increíble!
Cada día veo esto y me sorprende, me decepciona la humanidad. Veo la computadora, la televisión, y le digo a los Elohim: “¿Por qué me enviaron a esta pesadilla? ¿Por qué?”. Incluso para el Último Profeta, es increíble. Pero estoy aquí. Y soy la única esperanza. Es muy, muy doloroso para mí. Tengo que confiar en la humanidad. Los Elohim confían en la humanidad. Pero con lo que está pasando, es muy difícil mantener la esperanza porque cada día lo vemos, somos testigos de la acción de la no-reacción
Israel es un pequeño Estado – siete millones de personas. ¡Somos ocho mil millones! Podríamos destruir a Israel muy rápidamente. ¡Pacíficamente! Solo hay que quitarles las armas, decir: “Ya basta”. Pero no pasa nada.
Así que, es un momento muy difícil. Para los Elohim, para su Profeta. Cada día, lloramos. Y Satanás se ríe: “¡Les dije! ¡Les dije!”. Yahvé responde: “No, lo detendrán”. Y Satanás dice: “¡Miren, nadie se mueve!”. Exactamente como el sacrificio de Abraham.
Pero aún tenemos esperanza. Porque confiamos en Elohim. Y si aún estamos aquí, es porque haremos algo. No solo nosotros – muchos movimientos están surgiendo. En todo el mundo, la gente está conmocionada. Los gobiernos no se mueven, pero el pueblo sí. Las calles están llenas de protestas y tendrán que hacer algo. Está desencadenando una especie de revolución mundial. Porque ningún ser humano puede aceptar esto.
Y tú eres parte de ello. Tienes una responsabilidad. Cuando meditas, solo un minuto por la paz, puede parecer inútil, pero no lo es. ¡Tienes mucho poder! Influyes en todos en la Tierra. Los impulsas a reaccionar. La única manera de escapar de este drama es a través de tus meditaciones por la paz. Influyen no solo en la gente en las calles sino también en los gobiernos. Porque lo que sucede en tu mente afecta a toda la humanidad. Cuando te sientas en la calle y meditas un minuto por la paz, cambias el cerebro de la humanidad. ¡Siente esto! No te sientas pensando: “Es inútil”. No lo es. ¡Es enorme! La física cuántica lo demuestra. Lo llaman “entrelazamiento cuántico”. Cuando una partícula se mueve aquí, otra se mueve en otra parte del Universo. Lo mismo con tu cerebro. Lo que sucede en tu cerebro afecta el cerebro de otras personas, no solo en la Tierra, sino en todo el Universo.
Volvamos a la enseñanza de los Elohim. ¿Qué somos? No «quiénes», sino «qué». Somos el Infinito tomando consciencia de sí mismo. Cada uno de ustedes, aquí presentes, es el Infinito tomando consciencia de sí mismo. ¡Qué grandioso! Sientan este poder. Por eso les enseño a decir: «Soy». ¿Qué soy? El Infinito que toma consciencia de sí mismo. Miren su mano: Infinito. Miren en el espejo: Infinito. Miren a los ojos de los demás: Infinito.
Y juntos, nuestro poder crece. Cuando estamos juntos, como ahora, cada cerebro en esta sala aumenta el poder de los demás. Es la verdad, somos muy poderosos, porque somos Raelianos. Gracias a los Elohim, que están vivos a través de nosotros. Somos los Elohim en la Tierra. Construiremos una Embajada para recibirlos. Pero recuerden, ustedes son los embajadores, sus embajadores, no solo yo. Cuando reparten folletos, cuando difunden su Mensaje, cuando meditan por la paz, son embajadores de los Elohim, son el Infinito en acción.
Y después de este discurso tan impactante, quiero terminar con algo hermoso, pero relacionado. Recientemente, una nueva computadora cuántica —que no tiene nada que ver con las computadoras que conocen; es como comparar una mariquita con un elefante— resolvió un problema en un minuto que a todas las supercomputadoras del mundo les llevaría 47 años. ¡Una computadora cuántica lo hizo en un minuto! Esa es la brecha tecnológica. Comparado con los Elohim, sigue siendo como comparar una mariquita con un elefante.
Y esta semana tuvimos otra noticia fantástica. Un científico, que no piensa como los demás, dijo: «Debemos replantear nuestra idea sobre los OVNIs». Dijo: «No es posible que sean naves espaciales. La forma en que se mueven, su reacción ante los aviones, es imposible». Dijo: «Aparecen en un lugar y, al instante, en otro, el mismo OVNI». Aparecen instantáneamente, desaparecen instantáneamente. Como dije hace veinticinco años: cuando vi el OVNI de los Elohim en Francia, vi una luz parpadeante que se acercaba lentamente. No necesitan luces intermitentes. Las luces intermitentes eran solo un recurso psicológico para tranquilizarnos. En realidad, si quisieran, podrían aparecer aquí mismo, al instante. No necesitan una nave espacial; ¡pueden aparecer aquí de inmediato!
Imagínense a uno de los Elohim apareciendo en medio de esta habitación: la mayoría de las personas huirían asustadas. Todo se reduce a la psicología. Su tecnología es completamente fuera de este mundo. Recuerden la enseñanza de los Elohim: el cinturón, la nave espacial… ¡espectacular! Pero también dicen: «Podemos mover sistemas solares». El Sol, otro sol, planetas enteros: «¡Cambiaremos su posición!». Es tecnología. Como dice la Biblia: «Una ciencia demasiado misteriosa para nosotros».
Recuerdo un pequeño vídeo donde seres humanos contactaron por primera vez con una tribu primitiva en la selva. La tribu nunca había visto a personas blancas y, cuando les mostraron imágenes en una televisión, miraban la pantalla y preguntaban: “¿Dónde están esas personas?”. La diferencia entre esas personas primitivas y nosotros –y nosotros comparados con los Elohim– es exactamente esa: somos como mariquitas. La tecnología de los Elohim es incomprensible. No intentes entenderla: “Quizás en diez mil años de progreso la entenderemos”. El hombre en la selva amazónica no entiende la televisión porque primero debe aprender sobre electricidad, de dónde viene la energía… tantos pasos antes de sentarse en el sofá a ver la tele. La diferencia es así, pero con los Elohim no es como un elefante, sino como un millón de elefantes.
Es maravilloso, porque nos ayuda a conservar una cualidad muy importante: la capacidad de asombrarnos: con una flor, un animal, una mariquita o una hormiga. Las hormigas tienen, en cierto modo, una computadora en el cerebro: siempre encuentran su hormiguero, nunca se pierden. Su nivel de “tecnología” es asombroso. Nos asombra un dron –es gracioso–, pero una hormiga tiene mayor complejidad cerebral que nuestras computadoras cuánticas. Lo mismo ocurre con las abejas. Está en todas partes. Así que asómbrate con todo en el mundo.
Una última imagen para mantener tu capacidad de asombro: veo el amanecer todos los días –¡hazlo tú también! El sol no sale; la Tierra gira y vemos que sale el sol. Pero todos dicen: “Sale el sol”. Wow! Los Elohim, viendo a la gente en la Tierra decir “sale el sol”, se estarían riendo a carcajadas. Me encanta la imagen de una nave espacial con extraterrestres dentro riéndose: “¿Por qué celebran con fuegos artificiales? ¡Porque acabaron de dar una vuelta alrededor de su sol!”. Cuando celebramos Año Nuevo, celebramos una vuelta alrededor del sol. Somos tan primitivos.
Asombrarse con esta tecnología es muy importante para el cerebro. Envejecer no es solo que el cuerpo se haga mayor; es perder la capacidad de asombrarse. Puedo ver una lombriz en el camino –me encanta el nombre japonés “mimizu)– y pensar: ¡es una supercomputadora! No puedes imitar lo que hace una lombriz de tierra; fue creada por los Elohim. Nunca dejes de prestar atención a los caracoles, las lombrices, las mariquitas, los mosquitos, las cucarachas… son increíbles. Me encantan las cucarachas: abre un huevo y ves doce larvas, como si estuvieran durmiendo en cápsulas espaciales. Nosotros no sabemos hacer eso. Están en tu casa, están por todas partes. Conserva esa actitud; si la pierdes, envejeces. «¡Oh, qué hermoso amanecer! ¡Oh, una cucaracha!».
¡Sorpréndanse unos a otros! Cuando veo sus rostros, me maravillo de cada uno de ustedes. Sorpréndanse mutuamente. Todos tenemos dificultades; tenemos días buenos y malos, pero estamos vivos y podemos respirar. No des por sentado ese primer suspiro al despertar. Cuando me levanto —voy a cumplir 79 años en unos días, ahora tengo 78—, antes de abrir los ojos, respiro y digo: «¡Wow! ¡Puedo respirar!». Siéntelo. Siente el aire entrando. Cada día mueren ciento cincuenta mil personas, y ya no pueden respirar. Pero tú puedes levantarte, salir de la cama, abrir los ojos. ¡Sorpréndete de eso! Si no prestas atención, pierdes la juventud. Ahora mismo, millones están en el hospital —fácil de visitar—, ancianos con andaderas, con tubos para respirar. Tú estás aquí sin tubos; puedes respirar, puedes caminar. Disfruta cada segundo.



